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LA “PATERNIDAD IRRESPONSABLE” DE UN NIÑO INEXISTENTE

CArlosValverde

 

A principios de este año, “casualmente” en vísperas del acto electoral que debía definir si se modificaba o se mantenía el artículo 168 de la Constitución Política del Estado, el “periodista” Carlos Valverde Bravo lanzó, con caracteres de escándalo, la “denuncia” de que el Presidente Morales había procreado un hijo con la señorita Gabriela Geraldine Zapata Montaño. Fue el comienzo de toda una novela, novela en la que Valverde Bravo era el guionista, aunque de segunda mano, actor y crítico, todo al mismo tiempo.

Al primer capítulo, siguieron otros que, increscendo, iban dirigidos a conmover la fibra sentimental de un público sensible e ingenuo. Se inventó, siempre por Valverde, la figura del padre irresponsable que había abandonado a su hijo, la figura del sátiro que había cometido violación contra una menor de edad, la figura de un mandatario que había abierto de par en par las puertas del Palacio Presidencial, para que su amante penetre y salga cuando le dé la gana por ellas, y que se la acomodó dentro del augusto recinto  en la oficina destinada a la Primera Dama, dándole, al mismo tiempo, el sillón que correspondía a quién desempeñara tan honorífica función, para que asiente sus sentaderas.

El conjunto de lo anotado sirvió para lanzar la tesis del “uso de influencia” atribuido, naturalmente, a Evo Morales y a su amante circunstancial. Así, según la “prolija investigación”  de Valverde Bravo se habría ejecutado un siniestro plan cuya finalidad consistía en apropiarse de los más jugosos negocios del Estado Plurinacional.

La mentira tiene patas cortas, y algún día cae por su propio peso. Por dictamen judicial y por reconocimiento explícito de algunos de los actores del drama, ha quedado demostrado que el supuesto hijo de Gabriela Geraldine Zapata Montaño y de Juan Evo Morales Ayma no existió jamás. Empero el “periodista” de marras insiste, con desvergonzado desparpajo, en que él no mintió, y lo hace sin siquiera ruborizarse, como si hubiera sido inmunizado contra el pudor.

Vayamos por partes: Primero, Valverde, para empezar su maleficio, usó un certificado a sabiendas de que era falso; segundo, Evo Morales, engañado por una mujer de mente perversa y por los cómplices de ésta, no sólo que no abandonó, creyendo la veracidad de la información que había recibido, al hijo inexistente, sino que, incluso, se hizo cargo de los supuestos costos de las necesidades básicas y de la salud del “niño”; tercero, Evo Morales, al practicar sexo con Gabriela Zapata, no cometió ni estupro ni violación, pues, para el primero de los casos, la afectada tenía que ser impúber y, para el segundo, de acuerdo a nuestra legislación penal, no haber llegado a los diecisiete años de edad, condiciones etareas a las de Zapata al comienzo del caso; cuarto, Gabriela Zapata jamás tuvo libre acceso como dijo Valverde, al “bunker” presidencial y, mucho menos, se la ubicó, dentro de éste, en la oficina destinada a la Primera Dama, dándole el sillón correspondiente a quién ocupase tan alta función, para que pose en ella la parte más graciosa de su anatomía; quinto, sobre el “tráfico de influencias” cuyo responsable principal sería Evo Morales, existe el criterio oficial de la Comisión Legislativa que investigó el caso, que exime de toda culpa al Primer Mandatario.

Carlos Valverde Bravo, en su programa “Antes que sea tarde”, sostiene que él no mintió, que fundamentó su “denuncia” en un certificado legal de nacimiento. Lo que no dice es  si su versión sobre el abandono paternal de Evo Morales era cierta; sí Evo Morales había cometido infracción penal al acostarse con Gabriela Zapata, pues, haciéndose el inútil para el cálculo elemental siguió sosteniendo anoche que, si alguien había nacido en 1986, tenía 17 años en 2005; que su versión de libre acceso de Gabriela Zapata al Palacio Quemado, con todas las anotadas prerrogativas consecuentes, era pura falacia, pues la oficina que usó la merituada señorita, si bien dependiente del Ministerio de la Presidencia está ubicada a dos kilómetros de la Plaza Murillo; tampoco habla Valverde Bravo del resultado que arrojó la investigación de la Comisión Legislativa destinada al efecto.

Lo actuado en estos tres meses por Valverde Bravo, su capacidad maliciosa de mentir y deformar la verdad, siendo la manifestación más expresiva de la ruindad política disfrazada de periodística, no ha sido la única. Al amparo de una pretendida “libertad de prensa” se han deslizado infundios, falsedades e infamias. No es esta oportunidad de desmenuzar, uno por uno y caso por caso, todos ellos; para no llegar al límite de mi resistencia a las náuseas, lo haré algún día, ojalá me dé el hígado para hacerlo pronto. Pero sí iré adelantando algo: la prensa “seria” de nuestro país se ha convertido en alcahuete de las más inmundas maniobras.

Queda algo que debe aclarar el señor Valverde: ¿Fue fruto de su propia investigación la denuncia que realizó primicialmente?, sería capaz de “jurar ante un altar” que toda la trama desatada no fue porque estaba por la Central Intelligence Agency, ¿Sería capaz, igualmente, que no pertenece clandestinamente a tal organismo extranjero?.

Reté, hace algún tiempo, al señor Valverde, a debatir sobre la participación que le cupo desempeñar en el “crimen de lesa humanidad” perpetrado contra jóvenes componentes de la Comisión Nestor Paz Zamora, que ya se habían rendido y que le fueran entregados. No me respondió; ahora lo reto a absolver los interrogantes que le planteo sobre el caso de Evo Morales – Gabriela Zapata.

Cristo, sí; sotanudos inquisidores, no

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Es una larga estela, ella arranca en Europa, ya en el primer milenium y se extiende a América a partir de la Conquista. Fue su primer ejecutor Vicente Valverde (ascendente directo de Carlos Valverde Bravo), fraile español que, ante el gesto altivo de Atahualpa arrojando al suelo la Biblia y la Cruz, hizo la señal ordenando la masacre de miles de aborígenes americanos en Cajamarca.

Vinieron a continuación cerca de tres siglos en los que la Cruz y Espada se unieron para doblegar cruelmente a los nativos de este continente; tampoco estuvo ausente el Látigo para aherrojar a millones de seres humanos, obligándolos a servir en condiciones de esclavitud en las infames Mita y Encomienda.

Con la independencia política de las colonias de la América Española, la situación tuvo un ligero cambio, aunque los herederos de los conquistadores mantuvieron su dominación, muchas veces cruenta sobre los sectores desposeídos de la sociedad, con la ayuda de sacerdotes católicos que desde el púlpito y el confesionario pregonaban la humildad y la resignación, que serían compensadas en el Reino de los Cielos.

Pero no fueron únicamente el púlpito, el confesionario y el látigo las armas usadas para sojuzgar al pueblo, fue también el silencio cómplice. La Jerarquía Católica jamás hizo escuchar su voz para condenar, por ejemplo, las masacres campesinas de Jesús de Machaca y de Tolata, las masacres mineras de Uncía y Catavi, el exterminio de los pueblos guaraníes; con su voz apagada cohonestaban el proceder criminal de gobernantes de turno al servicio de las oligarquías minera y feudal.

También la curia tradicional apeló a otros métodos. Adela Zamudio, insigne educadora, poetisa y feminista, por defender a una joven monja cautiva y por su poema Quo Vadis, fue anatemizada por monseñor Francisco Pierini, el mismo que pocos años más tarde excomulgara a Carlos Montenegro por sus escritos de denuncias de las lacras sociales; después, Monseñor Daniel Rivero, primado de la Iglesia Católica de Bolivia, haría lo mismo con Oscar Alfaro, gloria de las letras bolivianas, por sus poemas Camarada Cristo y Dictador del Mundo.

En el contexto de este breve recuento, no debe olvidarse la presencia de un sacerdote católico en el que se conjuncionaban las ideas fascistas y el carácter extremadamente sádico. Era el mexicano Alfonso Ibar, que ya se había destacado por su crueldad en la llamada “guerra de los cristeros” que se desarrolló en su país a fines de la tercera década del siglo XX. Este insigne sacerdote fue llamado por el presidente Daniel Salamanca para hacerse cargo, desde el máximo nivel jerárquico de la policía boliviana, de la represión antipopular; una de las bases materiales para tal función fue la isla de Coati, en la que eligió un presidio, centro de tortura y de fusilamiento de luchadores izquierdistas y en cuyas inmediaciones, las frías aguas del lago, se fondeaba a “campesinos revoltosos”.

Al principio de la segunda mitad del siglo XX, Bolivia entró en ebullición social. Después del triunfo de la grandiosa insurrección popular de abril de 1952 el pueblo, ansioso de romper las cadenas esclavistas, se alzó para liberarse de su yugo secular. La Iglesia por siempre aliada a los poderosos, alistó sus huestes para enfrentar la avalancha popular; trajo de España a un sacerdote inocultablemente fascista, Eduardo Arcuza, que organizó grupos juveniles para impedir las reformas sociales que se avecinaban; se llegó a la resistencia armada y otro sacerdote, esta vez boliviano, Luis Sagredo, disparó metralla contra el pueblo desde la torre de Santo Domingo, en Cochabamba.

Años más tarde, siguió la embestida, esta vez con nuevos métodos. Llegó a nuestro País un religioso dominico, de nacionalidad estadounidense, Timothy Sullivan que preparó pandillas de delincuentes juveniles, alumnos de los colegios La Salle y San Agustín, para que ellos armados de cachiporras, manoplas y cadenas sembraran el temor en la Universidad Mayor de San Simón.

Una acotación más para que ingrese en los anales de la “caridad cristiana”. La represión que se desató los años 1980 y 1981, al mando del Coronel Luis Arce Gómez a la par de contar con torturadores expertos argentinos, tuvo también la valiosa cooperación de sacerdotes fascistas bolivianos que fingiendo dar consuelo a los presos políticos, les arrancaban confesiones que después servían para incrementar los salvajes interrogatorios a los que eran sometidos.

Empero hay algo más: muchos de los jerarcas de la Iglesia Católica estuvieron envueltos en actividades bursátiles nada cristianas. Dos ejemplos: Tomas Aspe, obispo de Cochabamba, fue parte importantísima del negociado que se realizó con tierras pertenecientes a la Congregación de Santa Clara, negociado por el que, una vez comprobado judicialmente, estuvo con un pie en la cárcel y solo se libró de ella porque la Curia consiguió hacerlo escapar, internándolo en un leprosario de la ciudad argentina de Rosario; Genaro Prata, primero Nuncio Apostólico de su Santidad y después Arzobispo de Cochabamba estuvo durante muchos años, en complicidad con su sobrino Carlos, también sacerdote, inmerso en el infame negocio de tráfico de niños.

Sería injusto no expresar que, paralelamente a los sacerdotes enemigos del pueblo, también existieron otros que se alinearon en la trinchera contraria. Ya en tiempos de la colonia, existió un Bartolomé de las Casas, que trató de aminorar la desgracia de los aborígenes americanos; con posterioridad, vicarios de Cristo, tales como Juan Bautista Oquendo e Idelfonso de las Muñecas, lucharon por la independencia. Genialmente, Nataniel Aguirre, en su inmortal novela Juan de la Rosa pinta dos personajes religiosos representativos, el uno de lo ruin y el otro de lo noble, el padre Arredondo y Fray Justo.

En esta última categoría por ecuanimidad, deben ser incluidos los sacerdotes Maurice Le Fevre y Luis Espinal, ambos mártires de la lucha revolucionaria, y Jorge Manrique, intransigente defensor de los derechos humanos frente a las dictaduras criminales que se apoderaron de nuestro País en la década del 70 al 80.

Todo lo anterior, en un rápido inventario de fechorías con sotana, viene a servir de preámbulo para definir sin tapujos la realidad actual de la curia boliviana. Ella, en los últimos tiempos, se ha dedicado a poner piedras en el sendero que transita el proceso social de nuestro País. Y lo hace de manera solapada, sin la franqueza que debería ser norma de todo hombre de bien; lo hace usando sofismas y dando a entender, entre líneas, contra quién van dirigido sus dardos sin animarse a identificar sus blancos. Es un proceder innoble, cobarde, nada cristiano, merecedor de repudio.

Aunque no soy creyente, me alineo con los valores morales de Cristo; por ello, muy claramente, expreso: “Cristo sí; sotanudos inquisidores, no”.

SOBRE EL CULIPANDEO

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SOBRE EL CULIPANDEO, LA MARICONERÍA Y LA PIJA CORTA.

I – Hace medio siglo, era de uso corriente el vocablo “culipandear”. Sin duda, no correspondía a la gramática oficial de la Real Academia de la Lengua Castellana, pero se lo utilizaba corrientemente tanto en el área kolla como en el aérea camba de nuestro país; lamentablemente, término que, en concepto mío, expresaba vívidamente una situación determinada, ha ido perdiéndose del habla popular.

Recuerdo que, allá por 1970, me toco visitar la Unión Soviética, y allí la palabra en cuestión salió de mis labios. Mi intérprete, un muchacho judío semi alcohólico, el inolvidable Misha Malkov, que nunca lo había oído, me interrogó acerca de su significado; y no tuve más remedio que expresar al respecto algo de mi cosecha. Para mí, le dije, “culipandear”, etimológicamente, es una palabra compuesta, cuyos componentes son un verbo y un adjetivo, dándole al joven judío la indicación precisa de cuáles eran ellos. Misha, que era muy pudoroso, se puso rojo de vergüenza, y ahora yo tampoco me animo a decir con pelos y señales lo que expresé entonces. Haga el lector, si lo tengo, su propia interpretación.

La verdad es que “culipandear” tiene el significado de retratar la indecisión, la hipocresía y, lo que es peor, la ruindad.

Es “culipandeo”, por ejemplo, declararse defensores de la libertad de prensa y asumir una conducta contraria a ello. No me gusta hablar sin citar hechos concretos; como “para muestra basta un botón”, me referiré al caso del señor Enrique Salazar. Él, después de haber sido expulsado de Red Uno, por atrevido, halló refugio en Life TV, canal desde el que difunde el programa “Aquí y Ahora”, al parecer de gran audiencia; da al pie de la pantalla, como para hacer creer en la supuesta “libertad de prensa”, tres números telefónicos, a través de los cuales, también supuestamente, el público puede dar su opinión sobre el programa; da la casualidad de que ninguna de las líneas, tanto la fija como las celulares, atiende; sin embargo, el señor  Salazar, cuando conviene a las finalidades no expresadas pero difícilmente ocultables de su programa, corta la intervención de quienes, unos permanente y otros eventualmente, componen su panel para leer mensajes también supuestamente enviados; lo interesante del caso es que entre los mensajes referentes al acto plebiscitario del 21 de febrero, en el que se dirimirá la pertinencia o impertinencia de la modificación del artículo 168 de la Constitución Política del Estado, el noventa por ciento, por lo menos, da su parecer por el “no” y apenas un diez por ciento, a lo sumo, por el “sí”; este muestreo, tan científicamente realizado, estaría demostrando un contundente rechazo de la ciudadanía a la propuesta modificatoria. Tengo la convicción de que las urnas, dentro de cuatro semanas, darán un bofetón a lo que pretende mostrar el señor Salazar.

En este mismo renglón, debe inscribirse la homilía leída en las iglesias de Santa Cruz el domingo 17 de enero. Se recalca en ella, una vez más, la postura prescindente de la Iglesia en los temas políticos nacionales; sin embargo, se expresa que la “alternancia en el poder” es una práctica democrática. Pensé, ingenuamente, que la Iglesia Católica, que, por veinte siglos usó el sofisma como método de engañar a la sociedad, había abandonado esa conducta, empero, si lo expresado en la homilía de marras es la voz oficial de la jerarquía eclesiástica, debo decir que yo estaba equivocado. Identificar la democracia con la alternancia es sofisma puro y simple; democracia, señores prelados, significa que el pueblo es el titular de la soberanía política y que delega esta soberanía a quién le dé la gana, algo que, en términos jurídicos, se conoce como la relación entre mandante y mandatario. Si el pueblo es el que elige a su mandatario, ¿por qué algunos señores que visten sotana quieren privarlo de ese derecho?.

Son dos muestras de culipandeo, que pueden ilustrar una realidad y que nos hacen ver la necesidad de revivir este vocablo tan original.

II – Hubiera querido no referirme más al señor Enrique Salazar, pero resulta que le dirigí una carta y contra toda buena costumbre de urbanidad no recibí respuesta.

En la misiva, que dirigí al señor Salazar en días inmediatamente posteriores a la encuesta trucha que publicara “El Deber”, en el que se daba cuenta una amplia ventaja del “no” sobre el “sí”, resultado que despertó algarabía en los integrantes permanentes (léase Mauricio Aldau, Jorge Ortega, Alfonso Román, Walty Egües, Pamela Flores) del panel televisivo al que ya nos hemos referido, yo lo desafié al señor Salazar a que me dé espacio en su programa para hacer público un reto: apostaba diez mil dólares americanos a favor del “sí” y quería ver si había alguno de los que pronosticaban el triunfo del “no” que empardara “la parada”; hacía extensivo mi desafío al señor Samuel Doria Medina, que, en esos días tuvo el atrevimiento de decir que lo mejor que podía hacer el Presidente Morales, para no quedar en ridículo, era gestionar la suspensión del referéndum. Hacía Hincapié, en mi desafío, a que la suma que ofertaba para la apuesta significaba, aproximadamente, el setenta por ciento de todo el patrimonio personal que había acumulado a lo largo de mis 79 años de vida y que, en el caso de Doria Medina, no significaría sino el 0,03 por ciento de su fortuna (por ahora, no incidiré en el origen lícito o ilícito de ella).

Considero que todo individuo, si se cree “hombre de bien”, debe sustentar sus convicciones con todas las fuerzas que tiene, incluidas sus posibilidades económicas. Haré referencia a Temístocles (pienso que no les dará surmenage a mis desafiados si se ponen a averiguar quién fue este señor), que expresó: “Dí tu Verdad y Rómpete”. Es una norma que debería ser observada por caballeros, por caballeros, naturalmente, y no exigible por consiguiente, a quienes no lo son.

En el lenguaje coloquial boliviano, el término “maricón” no se refiere precisamente a una convicción sexual sino a una convicción moral y equivale a “cobarde”. No respaldar las convicciones que se tenga, no es otra cosa que “mariconería”.

III – Dos dichos que deberían ser recordados por quienes tratan de poner piedras en el camino ascendente del pueblo boliviano. El primero, lo dicho por el Quijote de la Mancha a Sancho, “deja que los perros ladren, si lo hacen es señal de que vamos avanzando”; el segundo, que ya se lo transmití personalmente a Samuel Doria Medina, con la mejor de las intenciones y deseos para su futuro político, citándole un sabio refrán chapaco, “de qué vale reempujar si la pija es corta”.

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SOBRE EL CULIPANDEO, LA MARICONERÍA Y LA PIJA CORTA.

I – Hace medio siglo, era de uso corriente el vocablo “culipandear”. Sin duda, no correspondía a la gramática oficial de la Real Academia de la Lengua Castellana, pero se lo utilizaba corrientemente tanto en el área kolla como en el aérea camba de nuestro país; lamentablemente, término que, en concepto mío, expresaba vívidamente una situación determinada, ha ido perdiéndose del habla popular.

Recuerdo que, allá por 1970, me toco visitar la Unión Soviética, y allí la palabra en cuestión salió de mis labios. Mi intérprete, un muchacho judío semi alcohólico, el inolvidable Misha Malkov, que nunca lo había oído, me interrogó acerca de su significado; y no tuve más remedio que expresar al respecto algo de mi cosecha. Para mí, le dije, “culipandear”, etimológicamente, es una palabra compuesta, cuyos componentes son un verbo y un adjetivo, dándole al joven judío la indicación precisa de cuáles eran ellos. Misha, que era muy pudoroso, se puso rojo de vergüenza, y ahora yo tampoco me animo a decir con pelos y señales lo que expresé entonces. Haga el lector, si lo tengo, su propia interpretación.

La verdad es que “culipandear” tiene el significado de retratar la indecisión, la hipocresía y, lo que es peor, la ruindad.

Es “culipandeo”, por ejemplo, declararse defensores de la libertad de prensa y asumir una conducta contraria a ello. No me gusta hablar sin citar hechos concretos; como “para muestra basta un botón”, me referiré al caso del señor Enrique Salazar. Él, después de haber sido expulsado de Red Uno, por atrevido, halló refugio en Life TV, canal desde el que difunde el programa “Aquí y Ahora”, al parecer de gran audiencia; da al pie de la pantalla, como para hacer creer en la supuesta “libertad de prensa”, tres números telefónicos, a través de los cuales, también supuestamente, el público puede dar su opinión sobre el programa; da la casualidad de que ninguna de las líneas, tanto la fija como las celulares, atiende; sin embargo, el señor  Salazar, cuando conviene a las finalidades no expresadas pero difícilmente ocultables de su programa, corta la intervención de quienes, unos permanente y otros eventualmente, componen su panel para leer mensajes también supuestamente enviados; lo interesante del caso es que entre los mensajes referentes al acto plebiscitario del 21 de febrero, en el que se dirimirá la pertinencia o impertinencia de la modificación del artículo 168 de la Constitución Política del Estado, el noventa por ciento, por lo menos, da su parecer por el “no” y apenas un diez por ciento, a lo sumo, por el “sí”; este muestreo, tan científicamente realizado, estaría demostrando un contundente rechazo de la ciudadanía a la propuesta modificatoria. Tengo la convicción de que las urnas, dentro de cuatro semanas, darán un bofetón a lo que pretende mostrar el señor Salazar.

En este mismo renglón, debe inscribirse la homilía leída en las iglesias de Santa Cruz el domingo 17 de enero. Se recalca en ella, una vez más, la postura prescindente de la Iglesia en los temas políticos nacionales; sin embargo, se expresa que la “alternancia en el poder” es una práctica democrática. Pensé, ingenuamente, que la Iglesia Católica, que, por veinte siglos usó el sofisma como método de engañar a la sociedad, había abandonado esa conducta, empero, si lo expresado en la homilía de marras es la voz oficial de la jerarquía eclesiástica, debo decir que yo estaba equivocado. Identificar la democracia con la alternancia es sofisma puro y simple; democracia, señores prelados, significa que el pueblo es el titular de la soberanía política y que delega esta soberanía a quién le dé la gana, algo que, en términos jurídicos, se conoce como la relación entre mandante y mandatario. Si el pueblo es el que elige a su mandatario, ¿por qué algunos señores que visten sotana quieren privarlo de ese derecho?.

Son dos muestras de culipandeo, que pueden ilustrar una realidad y que nos hacen ver la necesidad de revivir este vocablo tan original.

II – Hubiera querido no referirme más al señor Enrique Salazar, pero resulta que le dirigí una carta y contra toda buena costumbre de urbanidad no recibí respuesta.

En la misiva, que dirigí al señor Salazar en días inmediatamente posteriores a la encuesta trucha que publicara “El Deber”, en el que se daba cuenta una amplia ventaja del “no” sobre el “sí”, resultado que despertó algarabía en los integrantes permanentes (léase Mauricio Aldau, Jorge Ortega, Alfonso Román, Walty Egües, Pamela Flores) del panel televisivo al que ya nos hemos referido, yo lo desafié al señor Salazar a que me dé espacio en su programa para hacer público un reto: apostaba diez mil dólares americanos a favor del “sí” y quería ver si había alguno de los que pronosticaban el triunfo del “no” que empardara “la parada”; hacía extensivo mi desafío al señor Samuel Doria Medina, que, en esos días tuvo el atrevimiento de decir que lo mejor que podía hacer el Presidente Morales, para no quedar en ridículo, era gestionar la suspensión del referéndum. Hacía Hincapié, en mi desafío, a que la suma que ofertaba para la apuesta significaba, aproximadamente, el setenta por ciento de todo el patrimonio personal que había acumulado a lo largo de mis 79 años de vida y que, en el caso de Doria Medina, no significaría sino el 0,03 por ciento de su fortuna (por ahora, no incidiré en el origen lícito o ilícito de ella).

Considero que todo individuo, si se cree “hombre de bien”, debe sustentar sus convicciones con todas las fuerzas que tiene, incluidas sus posibilidades económicas. Haré referencia a Temístocles (pienso que no les dará surmenage a mis desafiados si se ponen a averiguar quién fue este señor), que expresó: “Dí tu Verdad y Rómpete”. Es una norma que debería ser observada por caballeros, por caballeros, naturalmente, y no exigible por consiguiente, a quienes no lo son.

En el lenguaje coloquial boliviano, el término “maricón” no se refiere precisamente a una convicción sexual sino a una convicción moral y equivale a “cobarde”. No respaldar las convicciones que se tenga, no es otra cosa que “mariconería”.

III – Dos dichos que deberían ser recordados por quienes tratan de poner piedras en el camino ascendente del pueblo boliviano. El primero, lo dicho por el Quijote de la Mancha a Sancho, “deja que los perros ladren, si lo hacen es señal de que vamos avanzando”; el segundo, que ya se lo transmití personalmente a Samuel Doria Medina, con la mejor de las intenciones y deseos para su futuro político, citándole un sabio refrán chapaco, “de qué vale reempujar si la pija es corta”.

 

 

“PONIENDO, QUE ES GERUNDIO”

 

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Era el dicho de un entrañable amigo mío cuya muerte acaecida años atrás lloro hasta el día de hoy, Manuel María Reyna. Creo oportuno efectuar la cita porque viene al caso, al estar relacionada con el e-mail que envié al señor Enrique Salazar, productor del programa televisivo “Aquí y Ahora” que se difunde diariamente por el canal Life TV, cuyo texto transcribo a continuación.

Atención:

Señor Enrique Salazar.

He tratado, repetidas veces, de comunicarme con su persona telefónicamente; al no conseguirlo, opto por este medio para hacerle llegar unas cuantas palabras sobre el programa que usted conduce todas las noches en Life TV.

Me ha llamado poderosamente la atención, en la emisión correspondiente a fecha lunes 7 del presente mes, los vaticinios electorales de dos de los personajes invitados a su programa, cuyos nombres no conozco; supongo que se trata de dos individuos representativos de nuestro medio. Ellos, basados seguramente en una encuesta publicada en “El Deber” en fecha domingo 6, sostuvieron, con enfático desparpajo, que la derrota del “SÍ” en el referéndum del 21 de febrero sería contundente.

La idea anterior ha sido expresada también, en otros medios de comunicación, por el senador Oscar Ortiz y por el señor Samuel Doria Medina, de quien se me ocurre que su epitafio debería decir “Aquí yace SDM», eterno candidato perdedor a la Presidencia de Bolivia; este último, asumiendo cínica postura, incluso se atrevió a decir que, antes el rechazo del pueblo boliviano, a Evo Morales no le quedaba otro camino que el de pedir la suspensión del acto plebiscitario.

Todas opiniones son respetadas; yo, naturalmente, también tengo la mía. La diferencia estriba en que mi modestísima persona emite su pensamiento con fundamentos racionalmente lógicos; además, estoy dispuesto a “jugármela” por lo que pienso. En tal sentido, como soy un convencido del triunfo del “SÍ”, pongo sobre la mesa un paquetito de 10.000 dólares americanos en calidad de apuesta a favor de mi predicción.

Soy, como dije, una modestísima persona, de también modestísimo patrimonio; los 10.000 dólares que quiero arriesgar significan, más o menos, el setenta por ciento de mi patrimonio. Pienso que, por ejemplo, el señor Samuel Doria Medina podría arriesgar la misma cantidad, que, en el caso suyo, representa el 0,03 por ciento de su fortuna. ¿Será Doria Medina capaz de correr este albur?; me encantaría que lo hiciera, porque nada me causaría más satisfacción que engrosar mi escuálida economía con fondos provenientes de empresas no todas ellas transparentemente adquiridas.

Como no soy hombre de tirar la piedra y esconder la mano, le pido a usted, señor Salazar, que me dé cabida en su programa para hacer público mi desafío.

Reciba, con este motivo, mi más cordial saludo.

 

Juan Enrique Coronel Quiroga

 

 

El guante ha sido lanzado, espero que haya algún caballero que lo recoja