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No siempre lo vemos es lo que sabemos de lo que vemos.

LA “PATERNIDAD IRRESPONSABLE” DE UN NIÑO INEXISTENTE

CArlosValverde

 

A principios de este año, “casualmente” en vísperas del acto electoral que debía definir si se modificaba o se mantenía el artículo 168 de la Constitución Política del Estado, el “periodista” Carlos Valverde Bravo lanzó, con caracteres de escándalo, la “denuncia” de que el Presidente Morales había procreado un hijo con la señorita Gabriela Geraldine Zapata Montaño. Fue el comienzo de toda una novela, novela en la que Valverde Bravo era el guionista, aunque de segunda mano, actor y crítico, todo al mismo tiempo.

Al primer capítulo, siguieron otros que, increscendo, iban dirigidos a conmover la fibra sentimental de un público sensible e ingenuo. Se inventó, siempre por Valverde, la figura del padre irresponsable que había abandonado a su hijo, la figura del sátiro que había cometido violación contra una menor de edad, la figura de un mandatario que había abierto de par en par las puertas del Palacio Presidencial, para que su amante penetre y salga cuando le dé la gana por ellas, y que se la acomodó dentro del augusto recinto  en la oficina destinada a la Primera Dama, dándole, al mismo tiempo, el sillón que correspondía a quién desempeñara tan honorífica función, para que asiente sus sentaderas.

El conjunto de lo anotado sirvió para lanzar la tesis del “uso de influencia” atribuido, naturalmente, a Evo Morales y a su amante circunstancial. Así, según la “prolija investigación”  de Valverde Bravo se habría ejecutado un siniestro plan cuya finalidad consistía en apropiarse de los más jugosos negocios del Estado Plurinacional.

La mentira tiene patas cortas, y algún día cae por su propio peso. Por dictamen judicial y por reconocimiento explícito de algunos de los actores del drama, ha quedado demostrado que el supuesto hijo de Gabriela Geraldine Zapata Montaño y de Juan Evo Morales Ayma no existió jamás. Empero el “periodista” de marras insiste, con desvergonzado desparpajo, en que él no mintió, y lo hace sin siquiera ruborizarse, como si hubiera sido inmunizado contra el pudor.

Vayamos por partes: Primero, Valverde, para empezar su maleficio, usó un certificado a sabiendas de que era falso; segundo, Evo Morales, engañado por una mujer de mente perversa y por los cómplices de ésta, no sólo que no abandonó, creyendo la veracidad de la información que había recibido, al hijo inexistente, sino que, incluso, se hizo cargo de los supuestos costos de las necesidades básicas y de la salud del “niño”; tercero, Evo Morales, al practicar sexo con Gabriela Zapata, no cometió ni estupro ni violación, pues, para el primero de los casos, la afectada tenía que ser impúber y, para el segundo, de acuerdo a nuestra legislación penal, no haber llegado a los diecisiete años de edad, condiciones etareas a las de Zapata al comienzo del caso; cuarto, Gabriela Zapata jamás tuvo libre acceso como dijo Valverde, al “bunker” presidencial y, mucho menos, se la ubicó, dentro de éste, en la oficina destinada a la Primera Dama, dándole el sillón correspondiente a quién ocupase tan alta función, para que pose en ella la parte más graciosa de su anatomía; quinto, sobre el “tráfico de influencias” cuyo responsable principal sería Evo Morales, existe el criterio oficial de la Comisión Legislativa que investigó el caso, que exime de toda culpa al Primer Mandatario.

Carlos Valverde Bravo, en su programa “Antes que sea tarde”, sostiene que él no mintió, que fundamentó su “denuncia” en un certificado legal de nacimiento. Lo que no dice es  si su versión sobre el abandono paternal de Evo Morales era cierta; sí Evo Morales había cometido infracción penal al acostarse con Gabriela Zapata, pues, haciéndose el inútil para el cálculo elemental siguió sosteniendo anoche que, si alguien había nacido en 1986, tenía 17 años en 2005; que su versión de libre acceso de Gabriela Zapata al Palacio Quemado, con todas las anotadas prerrogativas consecuentes, era pura falacia, pues la oficina que usó la merituada señorita, si bien dependiente del Ministerio de la Presidencia está ubicada a dos kilómetros de la Plaza Murillo; tampoco habla Valverde Bravo del resultado que arrojó la investigación de la Comisión Legislativa destinada al efecto.

Lo actuado en estos tres meses por Valverde Bravo, su capacidad maliciosa de mentir y deformar la verdad, siendo la manifestación más expresiva de la ruindad política disfrazada de periodística, no ha sido la única. Al amparo de una pretendida “libertad de prensa” se han deslizado infundios, falsedades e infamias. No es esta oportunidad de desmenuzar, uno por uno y caso por caso, todos ellos; para no llegar al límite de mi resistencia a las náuseas, lo haré algún día, ojalá me dé el hígado para hacerlo pronto. Pero sí iré adelantando algo: la prensa “seria” de nuestro país se ha convertido en alcahuete de las más inmundas maniobras.

Queda algo que debe aclarar el señor Valverde: ¿Fue fruto de su propia investigación la denuncia que realizó primicialmente?, sería capaz de “jurar ante un altar” que toda la trama desatada no fue porque estaba por la Central Intelligence Agency, ¿Sería capaz, igualmente, que no pertenece clandestinamente a tal organismo extranjero?.

Reté, hace algún tiempo, al señor Valverde, a debatir sobre la participación que le cupo desempeñar en el “crimen de lesa humanidad” perpetrado contra jóvenes componentes de la Comisión Nestor Paz Zamora, que ya se habían rendido y que le fueran entregados. No me respondió; ahora lo reto a absolver los interrogantes que le planteo sobre el caso de Evo Morales – Gabriela Zapata.