SOBRE EL CULIPANDEO

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SOBRE EL CULIPANDEO, LA MARICONERÍA Y LA PIJA CORTA.

I – Hace medio siglo, era de uso corriente el vocablo “culipandear”. Sin duda, no correspondía a la gramática oficial de la Real Academia de la Lengua Castellana, pero se lo utilizaba corrientemente tanto en el área kolla como en el aérea camba de nuestro país; lamentablemente, término que, en concepto mío, expresaba vívidamente una situación determinada, ha ido perdiéndose del habla popular.

Recuerdo que, allá por 1970, me toco visitar la Unión Soviética, y allí la palabra en cuestión salió de mis labios. Mi intérprete, un muchacho judío semi alcohólico, el inolvidable Misha Malkov, que nunca lo había oído, me interrogó acerca de su significado; y no tuve más remedio que expresar al respecto algo de mi cosecha. Para mí, le dije, “culipandear”, etimológicamente, es una palabra compuesta, cuyos componentes son un verbo y un adjetivo, dándole al joven judío la indicación precisa de cuáles eran ellos. Misha, que era muy pudoroso, se puso rojo de vergüenza, y ahora yo tampoco me animo a decir con pelos y señales lo que expresé entonces. Haga el lector, si lo tengo, su propia interpretación.

La verdad es que “culipandear” tiene el significado de retratar la indecisión, la hipocresía y, lo que es peor, la ruindad.

Es “culipandeo”, por ejemplo, declararse defensores de la libertad de prensa y asumir una conducta contraria a ello. No me gusta hablar sin citar hechos concretos; como “para muestra basta un botón”, me referiré al caso del señor Enrique Salazar. Él, después de haber sido expulsado de Red Uno, por atrevido, halló refugio en Life TV, canal desde el que difunde el programa “Aquí y Ahora”, al parecer de gran audiencia; da al pie de la pantalla, como para hacer creer en la supuesta “libertad de prensa”, tres números telefónicos, a través de los cuales, también supuestamente, el público puede dar su opinión sobre el programa; da la casualidad de que ninguna de las líneas, tanto la fija como las celulares, atiende; sin embargo, el señor  Salazar, cuando conviene a las finalidades no expresadas pero difícilmente ocultables de su programa, corta la intervención de quienes, unos permanente y otros eventualmente, componen su panel para leer mensajes también supuestamente enviados; lo interesante del caso es que entre los mensajes referentes al acto plebiscitario del 21 de febrero, en el que se dirimirá la pertinencia o impertinencia de la modificación del artículo 168 de la Constitución Política del Estado, el noventa por ciento, por lo menos, da su parecer por el “no” y apenas un diez por ciento, a lo sumo, por el “sí”; este muestreo, tan científicamente realizado, estaría demostrando un contundente rechazo de la ciudadanía a la propuesta modificatoria. Tengo la convicción de que las urnas, dentro de cuatro semanas, darán un bofetón a lo que pretende mostrar el señor Salazar.

En este mismo renglón, debe inscribirse la homilía leída en las iglesias de Santa Cruz el domingo 17 de enero. Se recalca en ella, una vez más, la postura prescindente de la Iglesia en los temas políticos nacionales; sin embargo, se expresa que la “alternancia en el poder” es una práctica democrática. Pensé, ingenuamente, que la Iglesia Católica, que, por veinte siglos usó el sofisma como método de engañar a la sociedad, había abandonado esa conducta, empero, si lo expresado en la homilía de marras es la voz oficial de la jerarquía eclesiástica, debo decir que yo estaba equivocado. Identificar la democracia con la alternancia es sofisma puro y simple; democracia, señores prelados, significa que el pueblo es el titular de la soberanía política y que delega esta soberanía a quién le dé la gana, algo que, en términos jurídicos, se conoce como la relación entre mandante y mandatario. Si el pueblo es el que elige a su mandatario, ¿por qué algunos señores que visten sotana quieren privarlo de ese derecho?.

Son dos muestras de culipandeo, que pueden ilustrar una realidad y que nos hacen ver la necesidad de revivir este vocablo tan original.

II – Hubiera querido no referirme más al señor Enrique Salazar, pero resulta que le dirigí una carta y contra toda buena costumbre de urbanidad no recibí respuesta.

En la misiva, que dirigí al señor Salazar en días inmediatamente posteriores a la encuesta trucha que publicara “El Deber”, en el que se daba cuenta una amplia ventaja del “no” sobre el “sí”, resultado que despertó algarabía en los integrantes permanentes (léase Mauricio Aldau, Jorge Ortega, Alfonso Román, Walty Egües, Pamela Flores) del panel televisivo al que ya nos hemos referido, yo lo desafié al señor Salazar a que me dé espacio en su programa para hacer público un reto: apostaba diez mil dólares americanos a favor del “sí” y quería ver si había alguno de los que pronosticaban el triunfo del “no” que empardara “la parada”; hacía extensivo mi desafío al señor Samuel Doria Medina, que, en esos días tuvo el atrevimiento de decir que lo mejor que podía hacer el Presidente Morales, para no quedar en ridículo, era gestionar la suspensión del referéndum. Hacía Hincapié, en mi desafío, a que la suma que ofertaba para la apuesta significaba, aproximadamente, el setenta por ciento de todo el patrimonio personal que había acumulado a lo largo de mis 79 años de vida y que, en el caso de Doria Medina, no significaría sino el 0,03 por ciento de su fortuna (por ahora, no incidiré en el origen lícito o ilícito de ella).

Considero que todo individuo, si se cree “hombre de bien”, debe sustentar sus convicciones con todas las fuerzas que tiene, incluidas sus posibilidades económicas. Haré referencia a Temístocles (pienso que no les dará surmenage a mis desafiados si se ponen a averiguar quién fue este señor), que expresó: “Dí tu Verdad y Rómpete”. Es una norma que debería ser observada por caballeros, por caballeros, naturalmente, y no exigible por consiguiente, a quienes no lo son.

En el lenguaje coloquial boliviano, el término “maricón” no se refiere precisamente a una convicción sexual sino a una convicción moral y equivale a “cobarde”. No respaldar las convicciones que se tenga, no es otra cosa que “mariconería”.

III – Dos dichos que deberían ser recordados por quienes tratan de poner piedras en el camino ascendente del pueblo boliviano. El primero, lo dicho por el Quijote de la Mancha a Sancho, “deja que los perros ladren, si lo hacen es señal de que vamos avanzando”; el segundo, que ya se lo transmití personalmente a Samuel Doria Medina, con la mejor de las intenciones y deseos para su futuro político, citándole un sabio refrán chapaco, “de qué vale reempujar si la pija es corta”.

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